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Superficie de mármol

P A L I T R O Q U E S.

  • Foto del escritor: APCJ
    APCJ
  • 24 feb
  • 3 Min. de lectura

LA SOBERANÍA

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Cuauhtémoc Monreal Rocha


La soberanía tiene sentido si se utiliza para beneficio de los ciudadanos y no solamente de unos cuantos. Anónimo,


Con la llegada del pato Donald, por segunda vez a La Casa Blanca, ha puesto de cabeza a toda le élite política mexicana; la inquilina de Palacio Nacional, no haya ni qué hacer con eso de la soberanía nacional, ya hasta mandó modificar la Constitución, por si Mr. Trump, convertido en el nuevo "masiosare", se atreve a profanar con su planta el suelo patrio, por aquello de que ya calificó al crimen organizado totonaca, como grupos de terroristas y no los cambata como es debido, el gobierno mexica, pues para USA, más que su soberanía, les importa su seguridad nacional, que a lo mejor es lo mismo. En fin, ya veremos dijo un ciego; por lo pronto, lectoras, lectores, el acero aprestad y el bridón, más vale prevenimss.


Y... ¡carajo!, claro que hay que defender la soberanía nacional, tan violada por sus propios gobernantes, lo cual nos hizo recordar un pasaje de la historia delincuencial en nuestro país, de cómo se le dio cabida en México, a los gángsteres norteamericanos, por los gobernantes de aquellos tiempos, pues el primer político mexicano que le dio cabida a Al Capone, fue el Gral.

revolucionario, Abelardo L. Rodríguez, quién, aunque por breve tiempo, fue Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.


Luego, al paso de los años, allá por 1948, gobernando al país un jóven veracruzano, de sonrisa angelical, cuyo nombre era, porque ya murió, Miguel Alemán Velazco, llegó a México, envidada desde Italia,

por el exiliado gangster Luky Luciano, una rubia norteamericana de Alabama, a quién llamaban "La Reina de la Mafia", con el único fin de que se colara entre la élite política nacional de aquél tiempo y poder seguir enviando, sin ningún contratiempo legal, más droga de alta calidad, hacia "El Coloso del Norte". 


La mujer se hospedó a todo lujo, en el mejor hotel del Distrito Federal, que era el hotel Reforma, teniendo en su interior, el bar más lujoso de la capital, "El Ciros", donde la fina dama, comenzó a celebrar grandes fiestas con lo más granado de la élite política autóctona y de la alta sociedad mexicana, que no por eso dejaba de ser también, autóctona.


Una noche, cuentan las crónicas, llegó a esas orgías de alcurnia dorada, un jóven periodista y dijo, palabras más palabras menos, de aquí soy hijooo, se llamaba, porque también ya murió: Agustín Barrios Gómez, quien comenzó a cronicar aquellas grandes fiestas, aquellas grandes parrandas de alta gama, que le costaron, en su momento y por metiche, una buena madriza, por parte de agentes de seguridad nacional, enviados por quién sabe quién.


Virginia Hill, que así se llamaba la rubia que todos querían en ese momento, claro que llegó hasta las más altas esferas del gobierno y llegó hasta Miguel Alemán, y, sabiendo que al Presidente jarocho le gustaban las mujeres jóvenes, guapas y famosas, para pronto lo rodeó de este tipo de féminas y las puertas al narcotráfico, sin importar si se violaba o no la soberanía nacional, tuvo puertas abiertas en "El Cuerno de la Abundancia". Y así hasta nuestros días.


Gracias a la crónicas de "Chutín", porque siguió de metiche el vato, una de ellas, llegó a manos del FBI, dirigido por Hoover, quien dio la orden que fueran por Virginia y no regresaran sin ella; cuando trataron de arrestarla en México, "La Reina de la Mafia", gracias a un soplón, ya había "agüecao" el ala, trasladándose, otra vez, por orden de Luky Luciano, al hermoso puerto de Acapulco, para convertirlo en un Mónaco o Montecarlo latino. No fue así.


El FBI, creía que Virginia Hill, se había ido a Europa, pero por otro chivatazo, lo agentes norteamericanos supieron que la delincuente mujer, se encontraba fondeada en el bello puerto acapulqueño, donde al final fue arrestada, encarcelada en USA y muriendo en Suiza, diciendo unos que se suicidó y otros que la propia mafia la remató.


Así que nuestra careada soberanía nacional, siempre ha sido violada, según la historia, por la propia élite política mexicana, no olvidándosenos, que el último eslogan gubernamental fue: "abrazos no balazos". Cosas veredes Mio Cid. Vale.   

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