El Respeto a la Voluntad Popular.
- APCJ

- 21 mar 2024
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Actualizado: 5 abr 2024

Eustacio Gutiérrez Corona
¿Sabía usted que para que se pueda anular o modificar una elección,
como por ejemplo la elección de presidente de la república,
gobernador del estado y presidente municipal, es necesario que las
violaciones a la ley electoral -si las hubiere- sean determinantes,
trascendentales y definitivas para el resultado?
Lo anterior, tomando en consideración el voto útil de los
electores cuantificado en las sesiones de cómputo respectivas, lo que
objetivamente debe ponderarse en observancia del principio general
de derecho que consiste en conservar los actos válidamente
realizados, comprendido en el aforismo latino: “lo útil no debe ser
viciado por lo inútil”.
Principio que tiene especial relevancia en el derecho electoral
mexicano, como así lo ha sostenido el Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación, el más alto tribunal en materia electoral del
país, de manera similar a lo que ocurre en otros sistemas jurídicos.
De tal suerte que la nulidad de una elección no debe extender
sus efectos más allá de la votación, cómputo o elección en que se
actualice la causa de nulidad, a fin de evitar que se dañen los
derechos de terceros, esto es, de la mayoría de los electores que
hayan externado válidamente su voto.
Pero fuera de todo eso, aún se mira lejano el día en que el tema
de las elecciones deje de representar la tormenta que desborda las
pasiones para transformarse en tema ordinario y común de los
pueblos y gobiernos que verdaderamente viven la democracia y no
conciben el poder como la facultad de interpretar la voluntad popular
como una concesión de privilegios y canonjías a favor de gobernantes
o grupos minoritarios.
No en vano la democracia, o cuando menos la democracia a la
mexicana, se ha caracterizado por el poder que resulta de aplicar una
fórmula matemática que consiste en hacer que prevalezca lo más por
lo menos, aun cuando en la práctica lo más se transforme en el poder
de unos cuantos y lo menos se traduzca, muchas veces, en las
aspiraciones frustradas del pueblo.
El ideal democrático es otra cosa, ajeno por supuesto a la
perversión y desnaturalización de su verdadero sentido, opuesto al
gobierno de uno o de pocos y conforme con el gobierno que emana
del pueblo, capaz de conciliar las diferencias políticas sin menoscabo
del deseo popular; con mayor razón si es en el pueblo donde radica la
soberanía.
Es el gobierno del pueblo por el pueblo, legítimamente
constituido para su beneficio y bienestar; representativo de los
intereses de las mayorías como de las minorías; tan así es, que no
hay mayorías sin minorías, ni justicia sin equidad. Por tanto, si
queremos que nuestros derechos sean respetados, empecemos por
respetar los derechos de los demás.
CARICATURA.




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