Calles López y Madero.
- APCJ

- 9 abr 2024
- 3 Min. de lectura

Ramón Quintana.
En cruce de López y Francisco Madero de la Ciudad de México, se ubica uno de los restaurantes más famosos del país, es el Sanborns. En la primera planta puede uno encontrar libros en abundancia y curiosidades como equipos electrónicos y objetos que la gente compra, a veces sin saber.
En el segundo piso se encuentra la cafetería donde se puede degustar un espumoso chocolate con pan de dulce. Como ya sabrán, la repostería es una de las especialidades de esta cadena de restaurantes, claro sin olvidar la comida de mesa que también es requerida por los comensales a todas horas del día.
Los restaurantes Sanborn´s han sido famosos desde que Francisco Villa y Emiliano Zapata fueron fotografiados ahí. Para algunos el mote de Sangron´s no es de gratis, pues sus precios no son precisamente lo más económicos. Ello sirve como filtro para cautivar a una clase social un poco más arriba
La cadena de restaurantes desde su nacimiento ha sido tipificada como un sitio para gente que está dispuesta a pagar algunos pesos más, los precios de la carta contrastan con aquel evento en donde revolucionarios liderados por Villa y Zapata, fueron fotografiados desayunando en 1914. El sitio se vio copado por el México profundo -como diría Guillermo Bonfil Batalla (1987)- En aquella ocasión este acontecimiento se llevó a cabo en el famoso restaurante Los Azulejos, hoy llamado Sanborn´s.
Sin embargo, en esta ocasión no quiero referirme a ese sitio, que ya tiene una historia de más de 100 años, del que quiero hablar es este situado en el cruce de las calles en mención, en donde se puede uno acomodar en los asientos que están ceñidos a los ventanales, los cuales permiten observar de frente al Palacio de Bellas Artes.
La Vista se ve adornada con la lluvia que frecuentemente baña los cristales. Quién gusta de ir a la Ciudad de México es recomendable que visite este sitio, porque bien podrá leer un libro acompañado de una bebida caliente y ver hacia varios flancos de la ciudad más poblada del país.
Aunque tiene una infinidad de problemas, vale la pena dibujar una sonrisa cuando detrás de esos ojos gigantes que te brinda el restaurante puedes observar la vida cotidiana de la gente que transita por Francisco I. Madero.
Es como una pantalla de televisión gigante con actores de la vida real. Los enormes ojos del edificio son una flagrante coquetería para los mirones que gustan de romantizar los parajes de la selva de asfalto. Desde arriba se puede ver la señora que vende tamales con champurrado hasta aquel que se tapa la lluvia con el periódico.
Esos enormes cristales que te brindan una película gratis, no obstante, este domingo que se proyectará el primer debate entre los tres candidatos a la República de México no sabría si bajar al primer piso y plantarme frente a las pantallas, o quedarme en el segundo piso mordiendo una concha y acompañada de un tradicional chocolate caliente que escupe vapor desde su jarrita laminada.
Recuerdo aquel debate en el que se contrató una edecán con el pecho ampliamente descubierto, la cual robaba la atención de Gabriel Quadri. Pero también recuerdo el debate en el que Andrés Manuel se perpetuó con la frase: Ricky riquín canallín.
El debate del próximo domingo, según los que saben, promete buenas sorpresas de las cuales, se dice que los espectadores nos vamos a deleitar de un jugoso paquete de desacreditaciones, pero aún no sé si voy a cambiar el cacao por la perorata.



Comentarios